En la página dos de EL BAZAR, del 21 de marzo de 1907, y en las de otros periódicos caraqueños del momento, aparece la noticia de la muerte de Miguel Vidal Souzet, fotógrafo de galería, quien ofrecía de manera asidua en esas mismas publicaciones sus “iluminaciones”, “retratos de botón” y “tarjetas”.
Era este Vidal uno de los fotógrafos más conocidos al principiar el siglo XX y su fama se puede evidenciar en comentarios como el que se le hace en EL CARÁCTER, del 8 de octubre de 1906, cuando el redactor, con cierto aire publicitario comenta “…Quién no conoce en Caracas los artísticos tableros fotográficos de este incansable trabajador. Suponemos que nadie…”.
Nos encontramos, sin embargo, que aunque sólo han transcurrido setenta y tres años desde su muerte, entre los cientos de fotografías que han estado a nuestro alcance, no hemos tenido la oportunidad de ver ninguna de las realizadas por Vidal, ni sabemos de nadie que siquiera lo haya mencionado anteriormente.
Al recurrir a la prensa, nuestra gran aliada en estos casos, localizamos otras menciones interesantes en torno al artista “desconocido”: En diciembre de 1906, apenas tres meses antes de su muerte, el fotógrafo había intentado reunir a los representantes de la prensa capitalina a través de una circular enviada a los directores de periódicos, en la cual los invitaba a posar ante su cámara, con la intención de hacer un retrato representativo de una época de armonía y tranquilidad laboral.
Esa histórica y placentera imagen no pudo ser captada, según podemos verificar en la carta abierta del Director de EL BAZAR, del 18 de enero de 1907, al fotógrafo donde señalaba entre otras cosas: “…me parece que el grupo de retratos no llena el objeto que se propone el amigo Vidal… Y como en todo gremio hay divisiones profundas, formadas por las diversas aspiraciones y tendencias de cada uno de sus miembros, no sería muy agradable para un periodista religioso, por ejemplo, verse aunque fuera en efigie, al lado de un hereje o libre pensador; ni el progreso de la Patria, mancomunarse de ninguna manera con el que busca solamente su vida con propagandas anarquistas o pornográficas…”.
Pero aunque Vidal no pudiera mostrar esa “armonía y tranquilidad” laboral que, al parecer, sólo existía en su imaginación, la carta del Director de EL BAZAR sí retrata las divisiones políticas e ideológicas existentes en el gremio de los trabajadores de la prensa. Además, nos da la clara imagen del papel de la fotografía como instrumento deliberadamente encubridor de la realidad, dependiendo su pretendida objetividad, como se ve, del subjetivo punto de vista del fotógrafo.
El estudio de la historia de la fotografía (y en general, cualquier investigación) depara momentos y situaciones como ésta, en la que, curiosamente, la única imagen de Miguel Vidal Souzet de que tenemos información, es justamente una que no llegó a tomar.
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